Cada hora, cada minuto, cada instante, nos llegan imágenes del exterior hasta implantarse en nuestro cerebro acerca de una sociedad plástica, la cual carece casi por completo de humanidad.
Existen personas difíciles de influir, por desgracia algo cada vez más inusual, reniegan de los parámetros establecidos por la sociedad, siguiendo su propio camino hasta la realización personal. Sin embargo la gran mayoría escoge como opción dejarse llevar por la corriente, aceptan la felicidad tal y como nos la presentan desde pequeños sin hacerse tan siquiera preguntas morales.
Este gran problema universal tiene su origen en la educación. Nos enseñan a marginar con actos mientras hablan de tolerancia e intentan alejarnos de la vulgaridad a la vez que construyen puentes con ese único destino. Ser diferente siempre ha significado ser el débil, el punto del rechazo, hasta transformarlo en uno más del rebaño o, incluso, destruirlo.
Pero yo hoy si me hago preguntas, observo como un niño obeso, con gafas, problemas en el habla y con un andar patizambo recibe comentarios obscenos de sus compañeros, patadas y todo tipo de vejaciones. Pero él, en lugar de defenderse, intenta integrarse en esa panda de monstruitos con palabras amables. Cual es mi disgusto cuando descubro que tal situación la viví en mis propias carnes. No fui, el bicho raro de la clase, no que va, mis padres me ayudaron a convertirme en una más para no llamar demasiado la atención. Tampoco propine ningún tipo de maltrato al niño en cuestión pero me quedaba impasible, mirando como lo golpeaban con estuches, observando aquella situación como si fuera algo normal. No puedo evitar pensar en el destino de mi compañero, en si lo habrá superado o se convertirá en un futuro maltratador, drogadicto o alcohólico.
Sería injusto culpar a mis padres de aquello ya que fueron educados de la misma forma que muchos otros, que yo misma: frente a un televisor. Y, sin embargo, yo también sufrí por culpa de un canon establecido por la sociedad y ahora no puedo evitar preguntarme..¿Por qué ninguna de mis princesas pesaba más de 50 kg? ¿Por qué ninguna de las super nenas estaba entrada en carnes? ¿Acaso no habría ningún príncipe dispuesto a rescatarlas o sería imposible salvar el mal con una tripa prominente?. Existen miles de personas en el mundo con problemas alimenticios, enfermadad visible sobre todo en mujeres, víctimas de la imagen ofrecida por el mundo sobre la belleza desde tiempos inmemoriables. Yo pertenecí a esa proporción durante dos años y, solo espero, que mi experiencia pueda ayudar a no caer en el mismo error.
Desde siempre fui una chica feliz, algo recluida del mundo, pero podía sonreír con sinceridad ante el mundo cada día. Mi grupo de amigos fue aumentando poco a poco al igual que mi edad y consiguiente edad del pavo. Las fiestas más una apretada agenda social me quitaban el tiempo de sentarme a cenar cómodamente hasta que deje de hacerlo. Salía, bailaba, bebía y mi cuerpo iba cambiando sin darme cuenta. Tan solo notaba un creciente subidón de autestíma conforme miraba mi reflejo en el espejo, haciendo que me volviera más extrovertida con el exterior y, por lo tanto, más feliz.
Cuando comprendí, o creí comprender, de donde venía aquella felicidad me tome el régimen demasiado en serio. Deje de cenar, comer y me mataba todos los días haciendo ejercicio. Pase de usar una 40 a una 34, algo que veía normal e incluso me hacía feliz. Si eres delgada el éxito es algo verídico, ¿No?. El régimen paso a convertirse en una obesión, no comía más que una misera manzana al día y me pasaba horas haciendo deporte para quemarla. No me di cuenta de mi enfermedad hasta que leí los síntomas en una clase de Psicología, parecía hablar de mi día a día. Solo hizo falta una foto donde podía ver como se me marcaban los pómulos de una forma fantasmal para que me diera cuenta de la realidad.
No estoy segura de las consecuencias futuras de mi estupidez, solo se que los directores de revistas, diseñadores conocidos y fotógrafos del mundo seguirán retratando una 34 como imagen suprema de la belleza impasibles ante el daño que causan a miles de mujeres en el mundo. No transmiten la realidad, no transmiten la felicidad ni el éxito, solo mujeres anorexicas que darían lo que fuera por poder disfrutar de una hamburguesa grasienta.
Lo importante en este mundo es quererse uno mismo, es complicado que los demás lo hagan si tú no lo haces primero, vivir la vida por tu propio camino sabiendo los obstáculos diarios a los que deberás enfrentarte.
Sed diferentes, por favor, por vosotros mismos y por un mundo mejor.
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